La receta
es de mi amiga Rocío, de La Cuchara Perversa (http://lacucharaperversa.blogspot.com.es).
Coincidimos en el instituto y, al cabo de
los años, también en la pasión por la cocina. En su blog, no sólo encontramos
ricas recetas como estas tortas, también unos relatos llenos de humor y espontaneidad.
Literatura y gastronomía van de la mano.
Ingredientes:
200 gr. Almendra molida
100 gr. Azúcar
1 Huevo
Canela en polvo (al gusto)
Ralladura de un limón
Almendras enteras para decorar
Preparación:
Precalentar el horno a 200 grados.
Mezclar todos los ingredientes en un bol y meterlos en la
nevera un par de horas para que la masa repose.
Cubrir una bandeja de horno con papel vegetal.
Para formar las tortas, se hacen bolitas del tamaño de una
albóndiga y se aplastan levemente. Se colocan en la bandeja, dejando un poco de
separación entre unas y otras. Se decoran con una almendra entera y, si se
desea, con azúcar.
Finalmente, se introducen en el horno.
Pasados unos 12 minutos, estarán doradas y listas para
consumir una vez que hayan enfriado sobre una rejilla.
Consejos:
Esta receta es sumamente fácil y el resultado exquisito. Desde
que las he hecho, me he dado cuenta de cómo he gastado el dinero en pastas de
almendras, nueces o piñones cuando era tan sumamente cómodo hacerlas en casa.
La única complicación, que no era tal, es que, al no
disponer de almendra molida y tener la urgente y caprichosa necesidad de elaborarlas
en ese momento, tuve que pelar las almendra que tenía y molerlas. Esto dilató un poco el proceso,
pero nada más.
Por si te encuentras en la tesitura, para pelar las
almendras basta con sumergirlas unos segundos en agua hirviendo, colarlas y, al
apretarlas, la piel sale prácticamente sola. Eso sí, para esta receta, tuve que
secarlas bien y triturarlas en la picadora.
Por lo demás, la masa no tiene ninguna complicación, ya
que al no llevar harina, se integran los ingredientes de maravilla.
Como pensé que quedaría una consistencia pegajosa, la
envolví en papel film para meterla en la nevera esas dos horas. Como precaución
para que los ingredientes compacten bien
me parece correcto, pero al contrario de lo que pensé, la masa se trabaja y
maneja de maravilla.
En cuanto a la canela, Rocío recomienda una cucharadita de esta especia, pero en casa
no gusta tanto como a mí y sólo le espolvoreé un poquito. En cambio, me explayé
con la ralladura del limón, cuyo aroma me seduce más que George Clooney.
También aconsejo poner el horno por arriba y abajo para
que se hagan a la vez y no correr el
riesgo de que la base esté muy dorada y
la superficie cruda. Al menos, en mi horno que es eléctrico, me funciona mejor
así.
Por cierto, Ardales es un pueblo precioso de Málaga donde
se come de maravilla.
Y una última advertencia, no dejar que los extremadamente
golosos entren en la cocina cuando se está preparando la masa; cruda es tan
rica que se corre el riesgo de no esperar al horneado. Lo digo por experiencia.
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