Es mi
recuerdo infantil de esos domingos lluviosos de Málaga en los que nos
quedábamos en casa. Mi madre madrugaba para preparar las natillas que tanto deleitaban a mi padre. Él festejaba
como nadie esa preciosa fuente transparente
repleta del dulce manjar. No era de mucho comer, en realidad fue, sin saberlo,
un precursor de la nueva cocina. En la mesa le gustaba que hubiera bueno,
variado y en pequeñas cantidades. Si mi madre me enseñó y me sigue enseñando a
cocinar apreciando las materias primas, fue mi padre el que me mostró la importancia
de lo que él llamaba “el toque del chef”.
Ingredientes:
Para las natillas:
4 Yemas de huevo
2 Cucharadas colmadas de azúcar
½ Vaina de vainilla
2 Cucharadas de maicena
½ l. Leche entera
Para los bizcochos:
10 Bizcochos de plantilla o soletilla
100 ml. Anís dulce
200 ml. Leche entera
Para el caramelo:
3 Cucharadas de azúcar
Unas gotas de limón
Unas gotas de agua
Preparación:
Lo primero que se elaboran son las natillas a la manera tradicional.
En un cazo, se pone a calentar el medio litro de leche con
el interior de la vaina de vainilla y el azúcar.
En un bol aparte, se mezclan las yemas con la maicena.
Cuando la leche comienza a burbujear, se vierte un poco
sobre las yemas y se diluye bien. Se va agregando lentamente el resto de la
leche caliente removiendo suavemente. Se vuelve a colocar todo el contenido del
bol en el cazo y se pone de nuevo a fuego bajo. Se mueve con una espátula sin
parar hasta que se nota que la crema
comienza a espesar. En ese momento se retira para que no cuaje excesivamente.
En la fuente grande o cuencos individuales en los que se va
a servir el postre, se colocan unas
cucharadas de natillas como base.
Para el baño, se pone la leche fría y el anís en un plato
hondo y se liga bien.
Poco a poco se van sumergiendo con cuidado los bizcochos
para colocar una capa de éstos; otra de natillas; una nueva de bizcochos; y finalizar con las natillas.
Cuando han enfriado, se prepara el caramelo poniendo en un
cazo el azúcar con unas gotas de limón y
de agua. Se deja a fuego lento sin tocar hasta que adquiere el color del ámbar.
Retirar y verter por encima de las natillas.
Meter en el frigorífico y servir bien frías pasadas unas
horas.
Consejos:
Mi primer consejo es que si decides elaborar esta receta es
preciso hacerlo de forma que pueda reposar unas horas, es la forma de degustarlas
como se merecen.
La receta es original de mi madre, quien un buen día
decidió darle un giro a las tradicionales natillas. Siempre las ha hecho con
anís, pero supongo que otros licores también le irán bien. Lo importante es
buscar la medida de forma que se aprecie su sabor, sin que llegue a enmascarar otros.
Las natillas parecen muy laboriosas, pero en realidad solo
es cuestión de estar atenta a los distintos pasos y sus tiempos. Si temes que
en la crema haya quedado algún grumo, nada tan sencillo como pasarla por un
colador fino, de hecho, es algo que en repostería se suele hacer con este tipo
de preparaciones.
En cuanto al caramelo, a mí no me gusta que se haga en
exceso porque suele amargar, así que lo aparto en cuanto está dorado.
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